Páginas

jueves, 8 de noviembre de 2018

La Finca me despide





Los Enebros” me despide

 Acababa de vender la Finca (Los Enebros); después de haber vivido permanentemente en ella, en medio del monte mediterráneo 15 años.

    Mañana –cavilaba- cenaremos.

     Y luego aquí; a vivir, a sentirnos, a prometernos otra vida. Estaremos un rato afuera, por la noche…

     Una mujer y un hombre se hundirán profundamente en el infinito y saborearán a Dios, re-formarán parte del universo y al mismo tiempo que desearse, anhelarán no separarse jamás de esa unión intensa, profunda.
     Y sin saber por qué, el corazón comenzó a dirigirse a mi razón...




   













¡Y lo pleno que uno se siente
al decir y obrar con verdad!
Dejar lo vacío, llenarse de amor.
Ejercer la renuncia a rutinas sin ton,
darse baños de riesgo, de trance,
de aventura y albur, permitiendo
que la posibilidad, derrote al no-ser.
Valga sólo el anhelo, los Valores y el ver
que podemos hacer una recta elección
sin caer en la noria del intento y errar;
permitir que la luz de la vida,
sea por siempre el amor...
De repente, una voz, desde afuera
me llamó no pudiendo acostarme.
Y salí tan desnudo como cuando
vi la luz al nacer de mi materno ser.
Me asomé por la puerta del sur,
y fundime en la Madre Natura
deseando que estuvieras también
tan unida a mi esencia…
y que fuéramos uno,
como en tardes de ayer… y de ayer…
pero… yo no tenía existencia,
porque faltabas tú, colmando mi ser.
Y aquellos seres vivos
comenzaron a hablarme con rumor familiar.
Ese viento -mi hermano- que ululaba al pasar
por entre la melena del cercano encinar;
y el musgo de verano, humilde, amarronado
que esperaba el rocío para calmar su sed,
deseaban cantarme una canción de adiós.
Pero otra vez, una fuerza interior,
me obligaba a volver y activar el teclado.
Y los dedos no míos comenzaron a ser,
los punzones del alma
que querían esculpir
estas letras de amor,
otra vez como ayer.
Puede ser que detectes
un levísimo son,
una leve tonada
de lejana elegía;
es mi alma que suena
detrás de estos signos
y desea expresarte
una vez y otra más
de mi amor la poesía.
Puede que te parezcan
lamentos de una lejana voz,
susurrando misterios
de arcana intuición
que la mente no capta,
pero que un corazón,
desprovisto de velos,
en un tiempo lejano, dos eones, tal vez
comprenda, iluminado, lo que es el amor.

Y en quedando vacío mi magín, sin demás,
otra vez esa noche fui empujado a salir
y sumirme en el alma de aquellos entes vivos
que en telúrica lengua queríanme inquirir.
Los árboles susurran que -no te vayas.
Los pájaros regañan por mi partida.
El viento me pregunta -¿Dónde encontrarte?
Las rocas me escudriñan con algo de rencor
y al tiempo me preguntan:
-¿Dónde están hoy tus niños
que alegres nos trepaban sin miedo y con candor?
Selene, 'Casta Diva',
con su cara de enfadada,
me avisa de que -Febo te quemará
de un modo despiadado en la mañana.
Sus voces se me hincaban en el alma,
repitiendo cual eco y sin sosiego:
-¿Dónde dejaste a tu amor
que tanto disfrutaba este lugar?
¿Por qué no la trajiste,
para que nos diera su adiós?

Anoche no había nubes;
y sin brillar aquellas...
mi corazón sangrante
no tuvo más remedio
que responder a ellos
como si fuera estrella.
Entonces mi emoción
les explicó lo que era:
-Está muy ocupada con sus otros amores;
los viejos y los nuevos y llena de temores,
para enfrentar la vida, nueva, que se le ofrece.
Su mente está insegura, su corazón se enfría;
no busca en sus adentros la verdadera guía.
Ojalá se dé cuenta más pronto que lejano,
que sólo amor sincero, hace un dios del humano.
Entonces, al instante,
todo volvió a ser eso,
tan lógico y corriente;
como si todos fuesen
ahora y para siempre,
no ya esos seres vivos…
sino piedras durmientes
y follajes marchitos.
Mantenía mi esencia,
más por dentro un vacío,
que en cuestión de segundos,
me robó la existencia.
En la noche sombría
yo quería decir
a tales compañeros,
¡tanto que los quería!
que repartí sus plantas,
sus bulbos y sus flores
a gentes que las aman,
todas de mis amores.
Y los pinos, enebros
y retamas leonadas,
se acordarán de mí,
de mis quehaceres;
de cuánto los cuidaba,
de toda mi alegría
cuando en esos momentos
de tan honda pasión,
abrazaba a mi vida, colmado de emoción.
Ayer de los ayeres,
también se sentía ella
contenta y protegida;
gozosa entre mis brazos,
segura bajo el cielo,
en que miles de estrellas
celaban su esplendor.

No quiero ser dueño de nada ni de nadie.
Sólo de la intensa emoción de amar.
Amor me dio la Vida; y amor yo repartí.


FdePPC – de Cartas del Edén
                 de Esencias de Nardo
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lumbremente

Sólo cuando amamos somos inmortales

       Porque sólo cuando amamos, nuestra consciencia se libera de nuestro intelecto y se da cuenta de que permanece unida a la Conscien...