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sábado, 8 de diciembre de 2018

Sólo cuando amamos somos inmortales



      Porque sólo cuando amamos, nuestra consciencia se libera de nuestro intelecto y se da cuenta de que permanece unida a la Consciencia Universal. Unida a aquella realidad a la que todos pertenecemos, lo creamos o no. Es como creer que una célula pertenece a nuestro cuerpo o no. O como creer que el sol existe o no. Ni a nuestra consciencia, ni a nuestra célula, ni al sol, les hacen falta que creamos en ellos para que existan. Son; eso es todo. Son porque tienen esencia, substancia y existencia.
     Y nos vamos dando cuenta de que en realidad somos eternos. Es decir que siempre hemos existido, somos, y nunca moriremos porque nuestro espíritu se prolonga en el Amor que es la Vida; y la Vida ni muere ni nació…
      Sólo cuando amamos, somos inmortales. Porque no somos sólo cuerpos. Que es lo que se corrompe y muere.
     A mí me sucedió que, desde muy joven, renuncié al poder, la gloria, el dinero y todo lo que intuía como encadenante, inmovilizador, condicionante… Para dejar lugar, en mi ser profundo, a lo que consideré lo más importante, el amor. El profundo, el verdadero, que había sentido una vez ardientemente a los 11 años.
     Pero pronto comprendí que la sociedad donde había aterrizado, no estaba configurada para vivir sólo con ‘ese tipo’ de amor. E indagué en la historia, en los sabios, en las diversas escrituras, en los místicos -con quienes me sentí muy tempranamente identificado- y comprendí que no podía haber una fusión. O renunciaba a lo que escribí más arriba y abrazaba el amor que me quemaba cuando me sumergía en él, o renunciaba a este para adaptarme a la locura y absurdidad de la vida en la sociedad donde había aparecido. Mi elección fue la primera y aquí estoy, habiendo sufrido mucho y continuamente por unos avatares u otros, al no traicionar mis valores ni principios, pero al mismo tiempo -siempre que pudiera- intentar adaptarme a lo que me tocaba vivir; fundamentalmente para no hacer el menor daño a quienes amaba.
     ¿Es eso una falta? ¿Un pecado? ¿Una vergüenza? ¿Es una estupidez?
     ¡Pues sí! Al menos esta actitud mía fue, es y será considerada siempre, una estupidez. A esto llega la calamidad, hacer de la infamia gallardía; honra de la cobardía y burla de la verdad.
     Mi sentimiento es que estoy de paso en esta vida. Ya he dado a mi prójimo todo lo que traía cargando en mi mochila. De ahora en más, toda otra acción parece inútil; como lo han probado las palabras, actitudes y acciones  de algunos seres queridos más cercanos. Es hora de partir sin molestar.
     Algunas de las cualidades o características que nos configuran como seres humanos son la intuición, la sensibilidad, la intención, la atención, etc. Están relacionadas con la espiritualidad y aunque hay otras, ninguna se alcanza en grado elevado automáticamente.
     Hay que aplicarse a conseguirlas con trabajo y tesón, poniendo motivación y entusiasmo luego de que uno se haya dado cuenta de que debe dejar lo que nos ata a lo materialmente superfluo y luchar contra el egoísmo, la mentira y el miedo; es decir silenciar bastante al intelecto. Desgraciadamente vivimos en la dimensión espacio-tiempo, la única que tenemos entre manos y en ella todo hábito sólo se transforma en virtud invirtiendo tiempo.
     Uno de mis cientisabios[1] preferidos, el físico David Bohm una vez me dijo:
La percepción última no se origina en el cerebro o en cualquier estructura material, aunque la estructura material sea necesaria para expresarla. El mecanismo sutil del conocimiento de la verdad no se origina en el cerebro”.
Le escribí esto a una mujer:
Querida M., yo aprendí hace tiempo a renunciar a lo que más amaba porque comprendí que si lo amaba debía dejar que expresase libremente su ser; no debía hacerlo mío en ningún grado ni sentido.
     Había encarnado esto y lo había puesto  en práctica; varias veces desgarradoramente. Siempre es doloroso dejar ir a un amor, profundo, verdadero. Y esa práctica ya reside en mí; casi es automática y cuando -por lo que sea- no me doy cuenta y transgredo ese valor, para mí sagrado, enseguida corro a reparar mi falta.
     Ella me respondió:
Te he sentido muy cercano a mí, en toda tu humanidad. Tu yo terrenal, emotivo, dulce, encantador, amoroso, deshecho por no poder entregar ese amor a quienes amas y que derramas en mí, en cascada. Ahora comprendo tu urgencia y aumenta - si cabe - mi amor por ti y mi anhelo por hacer a tu lado el resto del camino, apoyándonos mutuamente para superar los baches y disfrutar del viaje”.
     Yo sigo estando dispuesto a lo que sea; incluso a mi desprendimiento acerbo si hiciese falta. Pero parece que en este caso ella se niega a desaparecer de mi vida; se obstina en no dejarme ir; en no soltarme, sino en ayudarme. Esto es amor; esto es la otra cara –su cara- de la única moneda que hay entre los dos: el amor. Y busca lo que sea, según su intuición e inteligencia para comprenderme, para seguir incluyéndome en su ser… las palabras no logran expresar el verdadero significado de la realidad, pero su intención, su sensibilidad y su atención incluyen y significan lo más elevado de un ser humano, su amor sin condiciones. Soy muy afortunado.
     Me llamé a silencio y dejé que mis dedos escribieran lo que Algo me estaba dictando y quiero obedecerles. Con todo el amor que tú induces en mí. Este amor por ti que me arde interiormente y a veces no me deja pensar… y…
     Te dejo con mis infinitas gracias de mi ser al tuyo. Porque mientras te ame, soy consciente de que… soy inmortal.

Y sabed  por tanto que del silencio más inmenso regresaré. No olvidéis que volveré junto a vosotros; unos momentos más, un instante de reposo en el viento y otra mujer me concebirá”…
Khalil Gibrán.



[1] Acrónimo de científico y sabio.

FdePPC del La vida  buena (Un instante en el tiempo)

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