Yo
me había muerto.
Había
habitado en la Tierra.
Y
ya había ‘descansado’ en otro mundo,
de otro universo, de otra dimensión.
Se
me ofrecieron varias alternativas de vida en otros no-espacios y no-tiempos,
pero debía reencarnarme.
Dije:
donde he estado recientemente hago falta…Quiero
volver a la Tierra.
-¿Se te dará
entendimiento, o elegirás la senda del amor?
-¿Escaparás del
temor que los hombres llaman muerte?
-¿Podrás apartar
de ti el dolor de la soledad?
-¿Querrás alejar
de ti el grito de la aflicción?
-¿Estás dispuesto
a recibir ingratitud a cambio de lo que des?
-¿Podrás ocultarte
tras la felicidad de la música, o te abandonarás en fáciles alegrías?
Y
otras muchas… Y como Hermann Hesse, respondí: “Esa es la vida que quiero vivir”.
-Estoy dispuesto-
dije. .Quiero volver a la Tierra… Y renací en esta vida….
La
vida no es filosofía.
La
vida no es religión.
La
vida no es Dios.
Ni
es la plenitud de la juventud ni los achaques de la vejez.
Ni
es placer, ni dolor.
Ni
la falsedad del amor egoísta.
Ni
el bien ni el mal,
Ni
sufrimiento ni consuelo.
Ni
olvidos ni recuerdos.
Ni
materia ni espíritu.
Ni
compañía o soledad.
Ni
muerte.
La
vida es… un espejo de lo eterno.
Yo –Frank- según me llaman en este pueblo-
vine a este mundo, ligero de carga. Podría haber sido sólo un viento, una roca
o piedra preciosa, una planta o un ratón. Pero nací ser humano.
Y
también llegué vacío; sólo con algunas capacidades. De entre ellas, la más
grande, la de amar. Y desde muy pequeño me di cuenta de ello. Pero era
solamente una capacidad, no apta per se como la de ver, oír o
entender; sino potencial, cuando sentía y me emocionaba; porque amaba. Y era
cuando amaba, que aparecía la necesidad de darme -yo mismo y lo que yo poseyera
y fuese necesitado- a quien amase. Sin medida y sin esperar compensación
alguna.
Pronto
comprendí que una cosa era el amor profundo, vital y verdadero y otra eran el
sexo, el afecto, el aprecio y la amistad; al menos en grado.
Algunos
-que partiendo más o menos de la misma línea de salida que la mía- me señalaron
de palabra o me dieron a entender que no era rico; y por lo tanto no podía
tener poder ni gloria...
¿Que no
soy rico? -¡Define la riqueza!- Les pedía.
He sido más que rico. He sido libre. No me han
esclavizado ni el dinero, ni el poder, ni la gloria, ni la titulitis.
He amado
verdadera, profunda e intensamente, a mis hijas, a mis nietos, a mis amigos y a
sus hijos; y a mi ex-esposa por cincuenta años. Después del divorcio también he
amado y ayudado a otra mujer y a sus hijos. Lo he hecho con todos a cuantos me
lo han pedido; sin medida ni expectativa de retribución ninguna.
He sido
sincero con ellos. He consagrado mi vida a quienes amé.
He hecho
felices a bastantes seres humanos; haciéndoles descubrirse a sí mismos y que creyeran
en ellos.
Todo eso
considero que es mi riqueza; o –si queréis-
lo que la vida me dio. No tengo necesidad de hacerme un panteón, ni
pirámide donde acumular cosas para mi vida futura, como los faraones; ni grabar
mis ayudas en basílicas ni catedrales –ya están grabadas en los corazones de
quienes recibieron mi amor o mi ayuda- porque lo asombroso es que llevaré
conmigo, lo mismo que dejaré esparcido por este mundo.
Me
llevaré sinceridad, perdón, compasión, solidaridad, empatía, comprensión,
ternura, pasión, consuelo, generosidad, paciencia, tesón, música, valor,
alegría... y sobre todo, amor.
Sólo eso
y todo eso, dejaré y me llevaré conmigo cuando me vaya; no será de peso en mi
mochila, sino que hará lo mismo que hace el gas en los globos; me elevará hacia
quién sabe a qué otro mundo, a qué otra vida.
Por ello
no le tengo miedo a la muerte. Sólo temo no haber amado lo suficiente.
Y como
nadie me dijo nunca cuánto era lo suficiente, siempre amé sin medida; siempre
me di completamente... por las dudas.
Mas no
pierdo la perspectiva de lo que soy. Siempre imperfecto, como humano; a veces
sapo de otra charca, cuando me observo desde afuera de mí.
En
realidad, me quedé sin todos esos amores; hoy estoy solo. Sin lo que más me
importó y me importa. Pero no fue la vida quien me los quitó; sino la condición
humana.
Doy
gracias por vivir, doy gracias por amar; y por haber podido ayudar.
FdePPC -
de Esencias
de Nardo


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