Este tiempo parece ser un punto de inflexión en mi existencia; como alguna otra vez. Soy consciente del momento; de lo extenso y complejo de conceptos y sentimientos expresados en él. Pero a veces hay que dejar que el interior se exprese a borbotones. Como los géiseres de Islandia.
No se es rico cuando se tienen muchas riquezas materiales. Se lo es, cuando se poseen riquezas que no se puedan comprar con las materiales; y cuanto menos de material se necesite para vivir.
Si ayudare a una sola persona a encontrarse a sí misma, mi vida habrá tenido sentido.
Si apartare a una sola persona de la oscuridad, mi vida no habrá sido en vano.
Si aunque fuere en una sola persona, pudiese cambiar la desesperación de la nada por la esperanza del amor, moriría en la dicha de haber hecho el bien.
Y si llego a salvar una sola vida, la mía habrá tenido el sentido más elevado que haya deseado.
Me doy cuenta que mi amor es real, cuando encuentro a alguien que vive hecho pedazos y le ayudo a rearmarse; a volver a ser él mismo. A veces basta con un estrecho abrazo para juntar sus pedazos.
No puedo vivir –y me niego a ello- en una sociedad ordinaria, emulando al hombre ordinario (bajo, trivial, vacío, envidioso, vengativo, codicioso, ladrón, traidor, mentiroso, falso), que se relaciona con los demás de esta forma ordinaria; el ser humano indigno.
Soy optimista por formación y alegre por temperamento; o tal vez por sevillano, quién sabe. Aunque para ser optimista, primero tiene uno que ser realista. Si no ¿de qué estará seguro que pueda ser mejorado? Para quien mire la vida humana en perspectiva histórica y comparativa larga, se dará cuenta sin mucho esfuerzo que todos estamos sumidos en la misma corriente. La corriente de la vida; donde unos nacen y otros se van; algunos flotan y otros se ahogan.
Esa corriente es dolor y gozo, violencia y paz, amor y odio, verdad y mentira…
Pero la mayoría de nosotros estamos sometidos a experimentar principalmente dolor, violencia, odio, mentira, codicia, bajeza, desprecio, trivialidad, vacío, envidia, venganza, depredación, traición, falsedad, rencor… Casi siempre, no porque queramos; sino porque los factores en la sombra se interesan en que así vivamos. Y así está diseñado casi todo lo que entra a nuestro intelecto cotidianamente por los tristemente famosos mass media, Medios Masivos de Comunicación. Orientados a manipular nuestros modos y comportamientos, para optimizar los beneficios de esos factores.
Sin embargo, con algo de esfuerzo, es posible vivir en el Amor, la Verdad, la Belleza. Es el gozo -al menos esporádicamente- cuando estamos en paz con nosotros mismos.
Hay otra vida distinta a esta. Una vida plena de verdad, de belleza, de nobleza y de amor. Pero la mayoría de las personas no la pueden vivir porque se las aprisiona -desde niños- con tantas y tales cadenas que no llegan a darse cuenta de lo esclavas que son. Menos sabrán, entonces, cómo liberarse. Y si se dieran cuenta, vivirían amargadas porque o no tienen valor para soltarse, o no pueden, ya que muchas de ellas se deben a fuertes vínculos con las sociedades en las que viven y con sus seres queridos. A veces, algunas parecen felices, pero sólo es una mueca de felicidad fingida; resignación, en realidad. Me infunden profunda compasión.
Vivir según el espíritu de esta otra vida luminosa, es lo único que nos salva de la alienación y el absurdo de aquella. Sólo los liberados del encadenamiento inmovilizador de La Caverna de Platón pueden comprender esto.
Desear que alguna vez se den cuenta de esta otra forma de vivir, es la plegaria más noble y efectiva que puedo elevar desde lo hondo de mi corazón.
Amar; sólo amar. Es todo lo que deseo para mí.
Reconocer en qué aguas sobrenadamos, es de crucial importancia. En general, la persona íntegra, que vive sin engañar y tratando de hacer el bien, es vista como un tonto, un ingenuo que no se aprovecha de nada ni de nadie. Ella lo sabe, pero ha decidido vivir de acuerdo a sus propios valores y aplicando los principios derivados de ellos.
Las personas construyen su vida alrededor de las relaciones que eventualmente van incorporando a medida que transcurre su tiempo; y se van quedando –en algún grado- atadas a ellas. Reciben un cierto reconocimiento en base a la simpatía mutua y a cierto grado de empatía, pero casi todo es light, cero-cero. A veces se establecen vínculos de amistad, pero nada hondo; son sólo conocimientos, no amistades. Otras veces se cae en la tentación de llevarlas hasta escaramuzas comprometidas, sensuales, cuasi sexuales, -o no cuasi- de las cuales, cuando han sido superficiales y se quieren terminar, es difícil salirse o han dejado huellas que se transforman en melladuras en el filo vital.
Esa sociedad, esas relaciones, vínculos y obligaciones van creando un entorno enrarecido que afectan a las personas; se van volviendo asfixiantes para ellas. Cuando alguien no soporta ya ese ambiente y se quiere escapar de ello, no siempre es fácil; no siempre puede; con lo que la situación ya no es un vivir agradable. Se transforma en un penoso durar, impregnado de una angustia esencial que no se sabe bien de dónde proviene; es penoso reconocer la responsabilidad personal en ese estado y si quisieran desvincularse de relaciones y entorno, implicaría el choque con las personas que las componen y el sufrir del desgajamiento social. Reinan el desencanto y la resignación, que generan el conformismo, la anulación de la creatividad y la sumisión al statu quo; enemigos de la evolución personal en todos los órdenes.
A veces, se busca el emparejamiento, tratando de enamorarse; otras se enamoran y desean estar juntos, como es natural. Muchas veces, en ese contexto que hemos visto más arriba, los enamorados descubren dificultades en su relación.
¿Con qué propósito se juntan dos personas cuando se enamoran?
¿Para someterse a ciertas e innumerables leyes del Estado, normas de la sociedad, de la política y de las religiones?
¿Para seguir unos programas y aplicaciones dictadas por los coleccionistas de poder, riqueza y gloria, cuyas frentes están adornadas con los laureles de la infelicidad, sufrimiento y sumisión de los demás?
¿Para que la actividad primordial de las personas sea consumir mucho más que lo necesario?
¿Para sufrir toda la vida esta condena, aceptando como inevitable tan cruel destino?
¿Obligados por sus mayores, a veces sutilmente, otras agresivamente?...
¿Etcétera?
¿No es esto durar?
¿O se unen para crear un espacio y un tiempo en el que puedan vivir su existencia de un modo humano, creativo y feliz hasta que, llegados a la vejez, sus sistemas físicos se silencien, después –tal vez- de haber concebido y criado hijos, entablado amistades, desarrollado lazos afectivos, etc., que les enriquezcan el camino que emprendieron cuando la maquinilla de la ilusión, la fe y la esperanza creaba futuro a costa de vivir el presente y ayudarse del pasado, rodeados de la tierra, del entorno natural de donde provienen y siendo completamente compatibles con ese entorno, mientras ven a sus hijos crecer y desarrollarse para ser mejores seres humanos que ellos mismos, e ir poblando la Tierra con su cariño. Amándola, que significa no ahogarla, ni agotarla, ni torturarla, ni contaminarla; para que el oxígeno, el verde y el mantillo sean la constante de su existencia, de su vida y así llegasen a viejos, con las huellas de la felicidad en sus arrugas, con la ternura del amor en sus manos y el brillo de la comprensión en sus miradas?
¿No es esto vivir?
Hay gentes de cuarenta y cincuenta años que gastan sus vidas en tener miedo a envejecer; por esto ya son viejos. Le están dando una gran importancia negativa a la vejez desde su juventud o madurez; la vejez está permanentemente en sus consciencias, por lo tanto en su diario vivir. Son viejos de psique e intelecto.
Hay personas que tienen muchos años, pero son jóvenes de espíritu y de mente. Viven sin miedos; plenamente, con su corazón permanentemente expandido. Lo que les permite relacionarse con los jóvenes, como uno más de ellos, en cuanto a ilusiones, esperanzas y comprensión y enriquecidos, además, por su sabiduría.
Yo no tengo miedo a envejecer. Sólo mi cuerpo envejecerá hasta que mi mente se apague y mi alma vaya a su destino. Sólo me importa no hacer sufrir a nadie con mi vejez. He amado mucho durante mi vivir. Y sigo amando hoy. Me aterra hondamente que no pudiese amar y ayudar; entonces no sé qué haría con mi vida. Ella no tiene otro sentido que amar y ayudar.
Muchas de las personas que se dan cuenta de cómo y por dónde van transcurriendo sus vidas y quieren cambiarla por otras más valiosas, positivas, con sentido y propósito, que les hagan felices, querrían cambiar físicamente de lugar; irse a otro país y… comienza otro tipo de dificultades.
Porque siempre se ve más verde la hierba de la orilla de enfrente…
Pero sí; hay otro país.
Un país donde puede no existir la mentira, ni la doble intención, ni los aviesos intereses, ni las egoístas conveniencias. Sobre todo, puede no existir la infidelidad de ningún tipo.
En ese país puede existir la dignidad personal, la limpieza de corazón. Donde la inocencia siempre puede reinar y todos confíen en todos. En el que cada uno cumpla con lo que su consciencia le pide. Donde cuando se diga te amo, se exprese amor verdadero.
Donde la empatía y la compasión -sobre todo hacia los más débiles- aniden en el corazón de todos ellos.
¿Dónde está ese país?
Ese país está dentro de cada uno; en lo más hondo y casi impenetrable de cada corazón.
Cuando lo sepas ver, cuando seas consciente de su presencia en ti, podrás encontrar su homólogo físico.
Cree con fuerza en una nueva vida.
¿Por qué no empezar una nueva vida?
Una vida basada en los valores humanos más elevados.
Una vida en la que los más débiles sean siempre los primeros tenidos en cuenta, el cariño y el respeto sean siempre antepuestos a cualquier clase de violencia...
Donde los pequeños sean enseñados mediante el ejemplo de los adultos y la experiencia de los mayores... tal vez algún día podamos implementar el home-schooling y las enseñanzas de la sabiduría perenne.
Una vida llena de afecto, de empatía, de compasión, de ayuda, de apoyo y consuelo a los que sufren; en la que demos no de lo que nos sobra, sino aún de lo que nos hace falta si fuese necesario para un bien mayor.
Una vida en la que no haya que mentir, ni haya excluidos por falta de recursos, ni marginados por ninguna causa; no haya violencia de ninguna clase, ni se mate por religión, sino que cada uno atienda la llamada a la trascendencia procedente de su interior.
Con esto, muchas de las cadenas y condicionamientos quedarán sin poder y en una inmensa medida seremos libres en nuestro espíritu. Eso nos hará felices.
Lo siento y lo pienso como algo posible. Es perfectamente posible si las únicas cadenas que mantenemos son nuestros pies en la tierra y le diésemos alas a nuestros corazones.
Tal vez no haga falta emigrar a otro lugar… sino liberar el corazón.
Lo mejor que siempre hice, hago y haré, es amar. Se lo recomiendo a todos.
Te lo recomiendo especialmente a ti...
FdePPC de Sísifo y la roca rotunda
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