Tú, mujer, me preguntas ¿qué es poesía? Es como si te preguntaras por ti misma; porque la poesía es mujer.
Acudo a mi pobre mente para decirte algo. Esta mente que todo quiere saberlo sin intuir nada; que se cree que todo lo entiende sin comprender nada, que todo puede abarcarlo porque se cree infinita, pero es más pequeña que la punta de un alfiler perdida en diez universos juntos. Y así y todo, está vacía; porque es vacío. Se cree peligrosa, pero es inocua. Dice que es poderosa pero teme continuamente. Se alimenta del exterior a ella, porque nada es en sí misma.
Te contaré lo que siento que es poesía. Aunque no debieras creerme; sino experimentarlo por ti misma, en cuanto oses....
En mi adolescencia y juventud tuve la intrépida curiosidad de internarme en la poesía y explorar temerariamente su verdad y su esencia. El resultado fue que caí prisionero de sus encantos como las sirenas cautivaron a Odiseo en su retorno a Ítaca; salvo que éste no sucumbió a aquellas por haberse hecho atar al mástil de su bajel. Yo, en cambio, no taponé mis oídos ni consentí encadenarme, rindiéndome a su magia.
Me sedujeron los encantos de la poesía de Bécquer, Verlain, Lorca, Rimbaud, Machado, Baudelair, Neruda, Mallarmé, J. Ramón Jiménez… Más adelante me atrajeron las de Juan de la Cruz, Walt Whitman, y tantos otros…
Nunca más pude liberarme de la seducción de aquellas ni de otras ninfas que acudían envalentonadas ante el triunfo de las primeras. Entonces tenía entre 15 y 25, hoy tengo hijas y nietos; pero mis sentimientos son aún más anchos y profundos que entonces.
La poesía es indefinible, inclasificable, incalificable, inexplicable. No se puede golpear, ni trocear, ni ensuciar, ni oscurecer. Cuando se pretenda hacer algo de esto, ella se desvanece, se diluye, se esfuma y desaparece, huyendo de quien así la trata.
Uno se sumerge entre las letras del poema, oliendo sus fragancias, gustando su sazón, palpando su tersura, besando sus encantos, sintiendo su ternura… para intentar percibir lo mismo que el poeta se imaginaba al esculpirla… aunque imposible.
Y a pesar de que para transmitir esa belleza, se la escribe o se la recita, eso es nada más que enjaularla, nunca será lo mismo que sentirla.
Ella encierra toda la belleza, toda la bondad, toda la verdad del corazón de los pocos que pueden contener, aunque sea alguna fugaz centella proveniente de esas tres diosas. Y el que no siente el hálito de alguna de ellas, no puede degustar su embriagante ambrosía.
Con ella se expresa el alma, que descubre belleza en cada diana que la consciencia alcanza; y en ese instante… la necesidad de expresarla surge cual torbellino que se vuelca en imposibilidades del lenguaje. Y viene la frustración a ponerle cerco a esa expresión; tan deseada por el poeta que su pecho se ensancha intemperante.
Y para ello llama a la huidiza inspiración, pero esta invariablemente huye y se esconde; ya solamente atenderá su ruego si ve -al menos- una ventana de tu corazón abierta y abandonas su búsqueda para que pueda entrar, al encontrar tu mente distraída.
Sólo si llegaras a ver esto, no a entenderlo con el intelecto, sino a comprenderlo hasta con el tuétano de tus huesos, podrás expresar poesía. Y no sólo con tus letras, sino con tus palabras, con tus miradas, con tus suspiros, con tus caricias.
Porque -no te engañes- la poesía no se hace; no se compone como una receta conteniendo harina, huevos, sal, levadura y agua; no. Sólo si te entregas ciegamente a ella en cada evento que te sucede, cada cosa que admiras, en cada punto en el que enfocas tu atención, podrás sentirla; y tal vez entonces expresarla.
La poesía no tiene un lenguaje ni una estructura. A través de los tiempos, los eruditos de las lenguas han querido embretar la poesía dentro de los límites estrechos de lassinécdoques, metonimias, anáforas, hipérboles, metáforas, prosopopeyas y demás figuras literarias.
Tampoco es ella soneto, ni endecasílabo, ni ditirambo, ni elegía, ni oda, ni rima, ni rimbombancias. Ni es una descripción del mundo, ni una articulación de juicios, ni pensamientos puestos en forma arrevesada o extraña, ni silogismo alguno. No.
Poesía es la belleza contenida en sí misma, además de su ritmo y melodía, que son su continente.
Es lo que necesite expresar tu alma a través de tu cuerpo en un instante, como exigencia primordial para seguir viviendo; como si te faltara el aire para respirar. Si le hicieras caso a ello, tal vez la sientas y puedas expresarla.
¿Cuál es la diferencia entre poesía y amor? ¿Que la poesía se escribe y el amor se hace? ¿Que el amor es la imagen de una pintura y la poesía es el óleo y el pincel?
¿Y quién puede decir dónde están las fronteras entre la poesía, el amor y la música?
Porque ¡Cuán fácil es pensar! ¡Tan sencillo es deducir, inducir, comparar, catalogar, analizar! Pero comprender, no es tarea primaria del lóbulo frontal, que por algún avatar o varios, se nos creció. Hay algo más en nuestro interior, que resuena ante la poesía y con ella.
Puedes morir si en un instante vital hicieras caso al lento análisis de la situación que lleva a cabo el cerebro racional -“El poco conocimiento se deshace en la multiplicidad”-; pero, amiga, si confías en tu intuición, en la comprensión total, en la visión instantánea de conjunto que es la síntesis que tiene en cuenta miles de datos en un microsegundo… ¡vives! -“El gran conocimiento lo ve todo en uno”.
Eso… eso es poesía. El arte es poesía; en cualquiera de sus expresiones, siempre que su alma sea la belleza, porque la belleza es hermana de la bondad y esta de la verdad. No hay pérdida. Y aquí no meten baza ni la filosofía, ni la política ni la religión, ni la ciencia.
La poesía no es dualidad, escisión, separación entre el expresante y lo expresado, entre lo sentido y el sintiente; entre el poeta y la poesía. No. La poesía es uno con quien la expresa. Y se es poeta cuando se es uno con la poesía.
Tus ojos, tus labios, tus mejillas, tu frente, tus manos, tu ternura, tu alegría, tu nostalgia, tu dolor, tu tristeza, tus lágrimas, tu alimento, tu reposo, tu agitación, tu emoción, tu enfado y tu paz, tu cansancio y tu descanso, tu voz y tu canción, tus pechos y tu monte sagrado… Todo eso es poesía.
Porque, si siento que te amo, a ti, toda, toda… que no forma parte de ti nada que yo no ame; y porque siento que no es la poesía otra cosa que amor ¿no es poesía todo lo que tú eres?
Si puedes compartir la amistad sin barreras; si puedes hacer el amor sin mediocridades; si puedes dar sin pedir recibo, si puedes acariciar con tu cuerpo o con tu alma a quien lo necesita, sin extender factura; si puedes sumergirte en el horizonte del sol naciente o poniente, si puedes sentirte como una estrella más, formando parte de ese infinito y negro cielo nocturno; si puedes percibir el perfume de un nardo, de una gardenia, de la madreselva, de un jazmín, del cantueso y del tomillo, sin nombrarlos; si la luna de invierno puede mirarse en el espejo de tus ojos, si la tranquila lluvia de otoño puede sentirse acariciada al rodar por tu piel, si el viento pugna por rozar tu cuerpo para hallar descanso en él, si vibras cuando tus oídos son asombrados por la trompeta de Louis, la Fuga de Bach, la novena de Ludwig… o Mozart, o Mahler…, o cuando descubres que tus piernas quieren danzar cuando escuchas a Tchaikovski, a Falla, o a una gaita y… mucho más…, todo eso es poesía.
Porque todo es amor, si lo puedes ver; si lo quieres ver. Porque para cada uno de nosotros, nada existe si no lo vemos.
Así que ya lo sabes. Eres poesía, ya que te amo. Y yo te amo porque eres poesía.
No me podrás olvidar. Nunca. Porque me amaste.
FdePPC de Poeta y aldeano



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